España sigue a Europa en la fiebre del venture building corporativo

El corporate venture ya no es lo que era. Si hace una década lo sexy era que tu compañía lanzara un fondo para invertir en startups externas, en 2025 la narrativa ha cambiado: lo cool es crear la startup desde dentro. Según el último informe de Global Corporate Venturing, solo el 21 % de las corporaciones coloca el CVC (Corporate Venture Capital) como su formato preferido de innovación, mientras que el 37 % ya se decanta por el venture building. Traducción: las empresas quieren ser emprendedoras en primera persona, no simples business angels con logo.
La tendencia es clara a nivel global. En Estados Unidos, casi la mitad de las grandes corporaciones ya han implantado programas de venture building con presupuestos sólidos y equipos independientes que funcionan como verdaderos estudios de startups. En Europa, el modelo se consolida con estructuras de gobernanza maduras y métricas de éxito propias del capital riesgo. España, sin embargo, se mueve todavía en una fase experimental: abundan los innovation labs y los proyectos piloto, pero pocos alcanzan la escala o la autonomía que marcan la diferencia.
El contexto económico también empuja en esta dirección. La caída del capital riesgo —con un primer trimestre de 2025 en mínimos históricos de operaciones de CVC, según CB Insights— obliga a las corporaciones a buscar nuevas vías de innovación sin depender tanto de los mercados. Construir en casa es, en parte, una respuesta defensiva: menos glamour que salir de compras al ecosistema startup, pero más control en un entorno de liquidez escasa.
El problema es que este impulso choca con un obstáculo cultural: el talento. En España, los perfiles emprendedores de alto nivel suelen mirar con recelo estos programas corporativos. La falta de equity real y la poca autonomía operativa hacen que muchos prefieran fundar por su cuenta antes que integrarse en un proyecto que puede acabar diluido en la burocracia. Aquí el contraste con Estados Unidos y el norte de Europa es evidente: allí los corporates han entendido que, sin incentivos fuertes y libertad real, atraer talento fundador es misión imposible.
Aun así, el potencial es enorme. En sectores tradicionales como banca, energía o retail, el venture building corporativo podría convertirse en la palanca de reinvención que durante años se ha quedado en eslóganes de innovación. Pero para lograrlo, España tendrá que saltar de la estética a la sustancia: menos labs de escaparate y más proyectos con presupuesto serio, autonomía y un enfoque de portafolio que permita experimentar, fallar rápido y escalar lo que funcione.
En definitiva, el corporate venture vive un momento de redefinición. No basta con colgarse la medalla de “tenemos un builder interno”: el reto es convertirlo en una máquina de crear valor real. Quienes consigan equilibrar libertad, conexión con el core y una gobernanza profesional con incentivos de verdad marcarán el camino. Los demás se quedarán en la foto, alimentando titulares, pero sin startups que sobrevivan fuera del PowerPoint.